El copal (nahuatlismo de copalli, que significaba resina o incienso) es
el nombre que reciben varias resinas aromáticas vegetales, siendo la
más común y conocida la proveniente de los árboles de la familia
Burseraceae: Bursera aloexylon, B. graveolens, B. jorullensis y Protium
copal. También destacan el pino (Pinus sp.) y el liquidámbar
(Liquidambar styraciflua).
El copal es un elemento muy
importante en la tradición médica y religiosa de Mesoamérica desde la
época prehispánica, ya que el humo que desprende al quemarse era usado
por las civilizaciones de esta zona como ofrenda a las deidades y como
terapia para diferentes males físicos y espirituales. Aún en la
actualidad dichos usos son comunes dentro de la medicina tradicional
indígena. Estos usos pueden clasificarse en cuatro rubros:
adivinatorios, preventivos, de ofrecimiento a la divinidad y
terapéuticos.
Los Huastecos de San
Luis Potosí lo llaman homte', hom, jom; los Totonacas Veracruzanos lo
llaman ikob te'. Y los Mayas Pom; los Aztecas lo nombraban Copalli.
Como purificante, el aroma del copal descontamina al individuo y a su
vivienda. Sahumarse con este vaho constituye una de las prácticas
preventivas y terapéuticas más socorridas por la medicina tradicional
(Se conoce con los nombres de sahumar y limpia).
Los vapores
que despide el copal al incinerarse son alimento para las deidades. Con
ellos, los curanderos atraen a los entes sagrados para que participen en
diversas ceremonias. Entre los Lacandones, esta forma de ofrendar
destaca en toda actividad ritual. Elaboran unas vasijas, cada una con el
semblante de un dios particular; en su boca dejan porciones de comida, y
al interior del jarro, brasas y copal. Así, el humo trasporta la
esencia del alimento al cielo, la morada divina.
Aparte de sus
funciones como incienso, también es un medicamento. Los Huastecos hacen
una infusión con la corteza de Protium copal que, al ingerirse, calma el
dolor de estómago. Si el paciente sufre de mal aire, se prepara una
mezcla de la goma con hojas de kaxiy ts'ihol (Cassia emarginata) y se
aplica sobre frente y sienes. Los habitantes de los Tuxtlas, Veracruz,
acostumbran tratar las mordeduras de víbora untando las cenizas del
copal en la herida. En el Estado de Guerrero, se frotan sobre la
protuberancia del abdomen, conocida como ombligo salido.
No
obstante sus cualidades benéficas, la resina puede ser manipulada por un
brujo con el fin de dañar a sus enemigos. Según el pensamiento
Huasteco, si se envuelve con hojas de tabaco (Nicotiana tabacum) y varas
de tsabalte' (Cestrum dumetorum), y se deja en una vereda, el paseante
desprevenido que pise este montón enfermará irremediablemente.
El copal (nahuatlismo de copalli, que significaba resina o incienso) es el nombre que reciben varias resinas aromáticas vegetales, siendo la más común y conocida la proveniente de los árboles de la familia Burseraceae: Bursera aloexylon, B. graveolens, B. jorullensis y Protium copal. También destacan el pino (Pinus sp.) y el liquidámbar (Liquidambar styraciflua).
El copal es un elemento muy importante en la tradición médica y religiosa de Mesoamérica desde la época prehispánica, ya que el humo que desprende al quemarse era usado por las civilizaciones de esta zona como ofrenda a las deidades y como terapia para diferentes males físicos y espirituales. Aún en la actualidad dichos usos son comunes dentro de la medicina tradicional indígena. Estos usos pueden clasificarse en cuatro rubros: adivinatorios, preventivos, de ofrecimiento a la divinidad y terapéuticos.
Los Huastecos de San Luis Potosí lo llaman homte', hom, jom; los Totonacas Veracruzanos lo llaman ikob te'. Y los Mayas Pom; los Aztecas lo nombraban Copalli.
Como purificante, el aroma del copal descontamina al individuo y a su vivienda. Sahumarse con este vaho constituye una de las prácticas preventivas y terapéuticas más socorridas por la medicina tradicional (Se conoce con los nombres de sahumar y limpia).
Los vapores que despide el copal al incinerarse son alimento para las deidades. Con ellos, los curanderos atraen a los entes sagrados para que participen en diversas ceremonias. Entre los Lacandones, esta forma de ofrendar destaca en toda actividad ritual. Elaboran unas vasijas, cada una con el semblante de un dios particular; en su boca dejan porciones de comida, y al interior del jarro, brasas y copal. Así, el humo trasporta la esencia del alimento al cielo, la morada divina.
Aparte de sus funciones como incienso, también es un medicamento. Los Huastecos hacen una infusión con la corteza de Protium copal que, al ingerirse, calma el dolor de estómago. Si el paciente sufre de mal aire, se prepara una mezcla de la goma con hojas de kaxiy ts'ihol (Cassia emarginata) y se aplica sobre frente y sienes. Los habitantes de los Tuxtlas, Veracruz, acostumbran tratar las mordeduras de víbora untando las cenizas del copal en la herida. En el Estado de Guerrero, se frotan sobre la protuberancia del abdomen, conocida como ombligo salido.
No obstante sus cualidades benéficas, la resina puede ser manipulada por un brujo con el fin de dañar a sus enemigos. Según el pensamiento Huasteco, si se envuelve con hojas de tabaco (Nicotiana tabacum) y varas de tsabalte' (Cestrum dumetorum), y se deja en una vereda, el paseante desprevenido que pise este montón enfermará irremediablemente.
Tomado de https://www.facebook.com/intijinti
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